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LLANOS ORIENTALES DE COLOMBIA. Más allá de la sabana, el estero y el morichal - Un paisaje sonoro



Existen diversas formas de narrar la historia de una nación y, aun así, independiente del recurso o dispositivo empleado, la historia jamás se termina de contar. Este artículo tiene como propósito central relatar a través del canto y la música, el ecosistema cultural de los Llanos Orientales de Colombia. Para comenzar, es preciso señalar que cuando se habla del paisaje llanero, las imágenes acústicas que llegan a la mente van desde las verdes sabanas que acunan extensas ganaderías, hasta los amaneceres pintados de rojo de los cuales todo aquel que visita estas tierras, comenta con especial asombro. Sin embargo, el tipo de paisaje del cual se ocupa este texto, es aquel que suena y resuena, que vibra, que se agita a la par con el galope del caballo y se calienta en la garganta de un coplero. Este paisaje corresponde a los cantos de trabajo de llano declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco el 6 de diciembre del año 2017.


Búfalos pastando en las sabanas del departamento del Meta


Y es que el imaginario colectivo de lugar o de territorio, limita de muchas formas las posibilidades de contemplar, por ejemplo, un canto de ordeño como una forma de paisaje. Es por ello que, a través del paisaje sonoro configurado por los cantos de trabajo de llano, es posible acercarse a una comprensión mucho más holística de lo que significa y envuelve la tierra de los centauros indomables de los cuales hablan las letras del himno nacional de Colombia.


De acuerdo con lo anterior, los cantos de llano son patrimonio cultural e inmaterial, en la medida en que configuran todo el entramado simbólico que ha dotado de sentido e identidad a dos naciones, cuyo hacer está íntimamente ligado con la ganadería y la sabana; es decir, con el territorio. Lo anterior, responde además a la multiplicidad de valoraciones estéticas, sociales e inmateriales que el hombre llanero le atribuye a su territorio como parte de su identidad cultural.


Armadillo o cachicamo buscando comida en pleno verano en el departamento del Meta


En este sentido, por ejemplo, a través de la expresión musical inspirada en las hazañas y labores diarias del llanero se materializan distintas expresiones, cuya relación parte de las emociones que se producen dentro de este paisaje. Sí, emociones que atraviesan el cuerpo y se agudizan cuando una res se sale del rodeo, cuando una vaca está pariendo, cuando un potro está siendo domado, cuando una pareja baila un pasaje criollo, cuando se vela a un lote de ganado mientras este descansa o cuando un llanero enamorado suelta su leco para empezar la jornada. Estos son algunos de los insumos empleados por los llaneros para darle forma a su canto y convertirlo en una representación cultural que no discrimina fronteras geográficas ni le pone linderos a la imaginación.

En 1991 el musicólogo Josep Martí i Pérez señaló que “la música obedece a las leyes de la cultura”, es decir, que los cantos de trabajo de llano se configuran como el resultado de una expresión estética, semántica y artística que responde a la lectura del paisaje y a la materialización de las emociones a través de la lírica. Asimismo, es justamente el territorio y las diferentes relaciones de coexistencia que en él se gestan, las que definen la pertenencia cultural del llanero hacia el llano. En palabras de Benedict Anderson (2006), el territorio llanero puede ser comprendido como una “comunidad imaginada” donde el paisaje habitado es la representación del mundo en sí mismo y no la de un mero espacio localizado.


En este orden de ideas, quien habla de la comprensión de un territorio desde su paisaje sonoro podría ser definido como un narrador – explorador; es decir, como un personaje capaz de traducir las emociones, dotarlas de sentido y elaborar una cartografía del espíritu de ese territorio, para construir vías de comunicaciones que movilicen esos mensajes que emergen desde lo más profundo de la tierra y que añoran una voz que les permita ser, existir, representar y relatar.


Cuando la jornada sale bien, se refleja en la sonrisa de quien la realizó. Rio Meta


Y es que como dice el adagio popular “En el llano hay un refrán que lo tienen por agüero: que el que no sabe cantar no sirve pa´ cabrestero”. Verbigracia de ello es la representación nacional e internacional que algunos artistas han hecho del denominado folcklore llanero, el cual, en últimas, reúne gran parte de las narrativas que albergan en el pecho de los cabresteros que habitan las sabanas del oriente colombiano. No obstante, más allá del show mediático y del espectáculo rimbombante que se hace de la música llanera, es perentoria una revisión minuciosa de las acciones concretas que se pueden articular entre los artistas con renombre y las instituciones encargadas de ejecutar el Plan Especial de Salvaguarda de carácter urgente de los cantos de trabajo de llano – PES 2013 -


Ahora bien, la declaratoria en sí misma representa para el territorio llanero un llamado de carácter urgente, en tanto que esta manifestación cultural cada vez tiene menos exponentes vivos y, por ende, su futuro es bastante desalentador. Ya sea por la emergencia de las nuevas tecnologías, por el conflicto armado o por la economía local; los cantos de trabajo de llano - así como muchas otras manifestaciones patrimoniales del país- se encuentra en vilo producto del múltiples transformaciones estéticas, físicas, ideológicas y culturales de las cuales es objeto este territorio.


Así las cosas, es momento de contemplar a los cantos de trabajo de llano y al paisaje llanero en sí mismo, como lecciones de la memoria, es decir como puntos de partida fijos a los cuales es posible, y sobre todo necesario, regresar para no olvidar el origen, para hacer vibrar el gentilicio y para recordar que los Llanos Orientales de Colombo – Venzolanos tienen en sus paisajes los rezagos del pasado libertario que a todos nos convoca.


Atardecer en la cota del río. Departamento del Casanare​


Por último, la revisión de la declaratoria emitida por la Unesco también debe ser contemplada como un valor agregado para disolver cada vez más esas distinciones hegemónicas que habitan en el territorio Colombo – Venezolano. Sí, porque así como lo indican su música y su narrativa, se trata de un mismo espacio que comparte los mismos valores culturales y que históricamente ha desarrollado una empatía especial con la naturaleza, con los animales y con los medios de los cuales dispone para vivir en la tierra sin turupes.


Imágenes y texto: Flor María Morantes Valencia ©



Notas


[1] Comunicadora social y periodista, magister en antropología, docente universitaria y, antes que nada, soy una llanera nacida y criada en la vereda Remolino, perteneciente al departamento del Meta.


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