La construcción del paisaje urbano en América Latina se ha visto rebasada en los últimos años por una explosión demográfica sin precedentes. El tipo de crecimiento que se observa en las ciudades puede ser comprendido más a través de la espontaneidad y la improvisación que de la capacidad de planeación y organización del estado.
Este fenómeno conocido como “Urbanismo Emergente” encuentra como su principal manifestación las viviendas populares; asentamientos humanos donde el poblador funge como auto-productor de su vivienda. Hoy en día más del 40% de la producción habitacional opera de esta manera, siendo dicho sector el mayor constructor de vivienda en México.(1)
De esta manera el paisaje emergente, a diferencia del planificado se basa en la forma de participación ciudadana más directa posible que existe en la construcción, desde su planeación y ejecución hasta su experimentación, entendida como el acto de habitar. La vivienda como uno de los subproductos finales, supone la síntesis de conceptos, formas y elementos presentes en el imaginario colectivo del individuo, materializado en la expresión, composición y características particulares de cada obra.
Macro mural de Pachuca
Sin embargo la postura de la arquitectura como disciplina frente al paradigma que representa esta forma de producción del paisaje, ha sido trasversal, al negarla e identificarla más como un problema y/o efecto secundario que como una oportunidad de observar y resignificar símbolos colectivos y procesos socio espaciales, que evocan modelos estéticos regionales, técnicas tradicionales, tipologías y arquetipos aparentemente aleatorios pero recurrentes en su uso dentro de la estética de las viviendas. Los imaginarios presentes en las representaciones de la “idea de vivienda”, son evidencia de la manera en la que una cultura, y un grupo social en particular manifiesta una serie de creencias, rituales y simbolismos que se acuñan como parte de la cronología e historia de un colectivo(2). Particularmente importante en la época en la que vivimos, donde el desarraigo, la individualidad, la falta de reconocimiento y apropiación por símbolos de identidad son constantes de la arquitectura genérica.
El proceso creativo deriva de una estructura simbólica compleja(3) la cual alude a la estética de significación de elementos y condiciones propias del contexto inmediato; vanos, ornamentos, adhesiones, etc. necesarias para reafirmar la pertenencia al sitio, en donde se busca la innovación dentro de un parámetro muy definido (consciente o inconscientemente) esta creatividad “factual” es descrita por algunos autores como una manera de resolver necesidades físico-espaciales pero sobre todo de identificación y pertenencia, en otras palabras no se cuestiona el uso formal de los elementos compositivos, sino que se reproducen con variaciones permitidas dentro de ciertos códigos intrínsecos.
El proceso de significación de los componentes arquitectónicos reúne características de identificación y apropiación en el contexto inmediato, principalmente desde perspectivas culturales, religiosas y sociales. Símbolos como los altares urbanos a los cuales se les depositan una relación alegórica de protección(4), fueron adoptados desde la época de la colonia y rápidamente propagados por barrios, y colonias populares a través de la tradición oral.
Cerro del Chiquihuite Santiago Arau
Paradójicamente las composiciones que se recrean en el imaginario colectivo de la arquitectura popular en México se acercan mucho más -o parecieran estar más presentes- a conceptos propios de la arquitectura colonial, como patios, entradas, ventanas, puertas, barandales y demás elementos característicos ya de un arquetipo popular, asumido como propio e identitario de la cultura local. La manera de demostrar lo que se es, lo que se tiene y también lo que no se es y lo que no se tiene toma claramente como principal testigo e instrumento del mensaje a la vivienda. La dinámica de la misma sufre en ocasiones reivindicaciones económicas y laborales (locales, tienditas, fruterías, pequeños comercios) tal y como se realizaba en los antiguos barrios coloniales, en los que inclusive se encontraban agrupados por gremios de acuerdo al oficio a desempeñar(5), dicha similitud refleja la dinámica social que opera detrás de las viviendas populares de hoy en día, donde uno de los principales adeptos de la misma puede ser su adaptabilidad a diferentes circunstancias y etapas de los habitantes.
De esta forma a través de la observación de significados, procesos y técnicas empleadas tradicionalmente en la vivienda popular de autoconstrucción es que se puede reivindicar su papel preponderante en el paisaje urbano de hoy en día, en un momento social en el que la tendencia apunta a la revaloración de las técnicas y formas propias acuñadas en función de la tradición oral y particularmente de acuerdo a la vocación y creencias que configuran el tejido social en determinados sectores. Particularmente en la situación actual que atraviesa la arquitectura, en la que se vive un acelerado procesos de sustitución y revaloración de imágenes de identidad provenientes de modelos distantes poco armónicos con contextos más tradicionales, alterando la cronología de la evolución propia de una cultura, o un grupo social determinado, la gravedad de la desvalorización de la misma atenta contra la memoria colectiva, particularmente al tratarse en ocasiones de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Es a través de la lectura de estas dinámicas adaptativas; formas, materiales, técnicas constructivas tradicionales y sobre todo la conciliación con procesos socio espaciales locales, que podemos resignificar el valor que poseen los paisajes autoconstruidos como oportunidades de generar un paisaje urbano mucho más honesto con su entorno, resultado de condiciones sociales, más que un producto de decisiones estéticas.
Asentamientos populares Torruco
Texto e imágenes: José Carlos Ugalde García
1 Diario Oficial de la Federación, 20/05/2013, PLAN Nacional de Desarrollo 2013-2018
2 Solís, A. A. M. E., & Herrera, N. L. R. (2017). El espacio físico y la mente: Reflexión sobre la neuroarquitectura. Cuadernos de Arquitectura, 7(07), 41.
3 Se refiere a la manifestación cultural y/o física a raves de los símbolos, estos no necesariamente tiene que figurar en el sentido del mensaje, siendo necesario su interpretación.
4 Agudo Torrico, J. (2012). Patrimonio etnológico y juego de identidades.
Revista Andaluza de Antropología, 2, 3-24.
5 Castillo de Herrera, M. (2009). Procesos urbanos informales y territorio: ensayos en torno a la construcción de sociedad, territorio y ciudad.
Bibliografia:
Agudo Torrico, J. (2012). Patrimonio etnológico y juego de identidades. Revista Andaluza de Antropología, 2, 3-24.
Castillo de Herrera, M. (2009). Procesos urbanos informales y territorio: ensayos en torno a la construcción de sociedad, territorio y ciudad.
Elleh, N. (2016). Reading the Architecture of the Underprivileged Classes. Routledge.
Rudofsky, B., & Rudofsky, B. (1973). Arquitectura sin arquitectos: breve introducción a la arquitectura sin genealogía (No. 72). EUDEBA.
Solís, A. A. M. E., & Herrera, N. L. R. (2017). El espacio físico y la mente: Reflexión sobre la neuroarquitectura. Cuadernos de Arquitectura, 7(07), 41.