Hace un año mientras las personas salían de sus trabajos y caminaban como todos los días a tomar el bus, se encontraron algo distinto en cuatro puntos de la ciudad. En uno de los costados del Parque el Tunal en la localidad de Tunjuelito, una galería fotográfica al aire libre y una serie de juegos infantiles demarcados en el piso con diversos colores, llamaba la atención de las personas que transitaban, especialmente la de las niñas y niños. Paralelamente en horas de la noche en el barrio El Jardín de la localidad de Suba, se proyectaban películas al aire libre en la pantalla gigante de Nuestro Jardín Cultural. Un lugar que anteriormente era foco de inseguridad y un botadero de basura.
En la localidad de Kennedy un colorido sendero en un puente peatonal que conecta el sector oriental y occidental del en el parque Lago Timiza, se robaba la atención de ciclistas y peatones. Y por ultimo una pequeña plaza localizada en el costado sur del puente vehicular del calle 26 con carrera 30 en la localidad de Teusaquillo, se llenaba de color y renacía resignificada para las mujeres.
Diversos medios de comunicación registraban las coloridas intervenciones y como las personas se apropiaban de los espacios.
La Galería Me Muevo Segura, Nuestro Jardín Cultural, el Sendero de Colores y el Pasaje Mujeres que Luchan, fueron parte del piloto de intervenciones urbanas Me Muevo Segura. Piloto realizado en cinco fases de: 1. Diagnóstico, 2.Diseño, 3-Ejecución, 4.Evaluación y 5. Sostenibilidad, en pro de la construcción de entornos más seguros para las mujeres y niñas en la ciudad de Bogotá.
¿Pero cómo fue el proceso y quién estuvo a cargo de las intervenciones?
En 2019, el banco de desarrollo de América Latina CAF, la iniciativa de movilidad urbana transformativa TUMI y la Secretaría Distrital de la Mujer SDMujer, implementaron el “Plan piloto de intervenciones basado en datos para la prevención y mejora de la percepción sobre las violencias y el acoso sexual contra las mujeres y niñas en espacios públicos urbanos”, denominado Piloto de Urbanismo Táctico Me Muevo Segura.
El piloto tenía como objetivo demostrar y promover el uso de datos para la intervención integral del espacio y el transporte público desde una perspectiva de género, así como mejorar la seguridad de mujeres y niñas en el espacio público urbano. Para la realización del piloto fueron seleccionados cuatro lugares dentro de las veinticinco zonas priorizadas de acuerdo a los más bajos del índice de seguridad para las mujeres en el espacio público nocturno.
Para cumplir el objetivo, se empleó una forma de urbanismo alternativo con acciones tácticas de fácil ejecución en el corto plazo, que promueven cambios sociales, físicos, políticos y públicos en el largo plazo. La planificación y ejecución del piloto estuvo a cargo del equipo de BICISTEMA una oficina de arquitectura y urbanismo que promueve la movilidad peatonal y ciclista, como medios de transporte primordiales en la planificación de las ciudades.
Una vez definidos los espacios se hizo un reconocimiento cercano y participativo a las problemáticas más recurrentes así como las posibles intervenciones, para mitigar diferentes conflictos urbanos asociados a la seguridad de las mujeres en horarios nocturnos.
Mediante este reconocimiento se pudo evidenciar que la importancia de la participación ciudadana, en conjunto con las instituciones o entidades promotoras de estos procesos, es fundamental para poder desarrollar cada fase y cumplir los objetivos trazados. Evidenciaron como la gestión de espacios de reunión y trabajo colaborativo en las diferentes localidades, facilitó el desarrollo del piloto propiciando la inclusión de la comunidad local así como la participación de la población vecina, las colectividades y demás personas que se fueron sumando en cada fase.
Como parte de las acciones se utilizaron metodologías participativas para trabajar con la comunidad, especialmente mujeres y niñas, desde el diagnóstico hasta la sostenibilidad, trabajando en soluciones de corto, mediano y largo plazo. Durante el desarrollo de estas metodologías las personas adoptaban de manera parcial un rol claro en el proceso de planificación de la ciudad.
Luego de procesar y clasificar las propuestas ciudadanas, conocer las limitaciones y las posibilidades, fueron conceptualizando los diseños para cada punto de intervención. Era momento de salir a la calle y dar inicio a los procesos de transformación, los cuales desde el primer día contaron con imprevistos y situaciones que van más allá de la planificación y la programación previa, los cuales surgen al momento de salir a trabajar en el espacio público.
El espacio donde se ubica Nuestro Jardín Cultural hace parte del gran inventario de espacios públicos residuales que tiene la ciudad, asociados a la construcción de grandes avenidas y troncales de transporte público. Una vecina alertó sobre el deterioro de sus fachadas, en donde por lo general estos lugares son utilizados como baños públicos, deshabilitando estas zonas interiores y exteriores por la humedad y el mal olor, por lo que fue necesario desarrollar acciones adicionales como impermeabilizar, limpiar graffitis y retirar afiches publicitarios, para poder recuperar las fachadas.
Alistar los lugares para poder iniciar las intervenciones era algo que parecía tan sencillo como barrer, recoger,y lavar, pero el nivel de deterioro de los espacios era tan grande que limpiar los requirió de un esfuerzo mayor, una cantidad de desinfectantes, productos químicos e impermeabilizantes que pudieran mitigar de alguna manera el deterioro de las superficies.
Bajo las primeras miradas de la comunidad que incrédula por la situación, tímidamente asimilaron que eso que hace unas semanas se estuvo trabajando estaba sucediendo realmente. Esta vez no era una simple promesa y socializaciones de algo que en algún momento se prometió y nunca sucedió, la intervención se veía cada vez más cerca, pero la desconfianza continuaba. La primera base de pintura comenzaba a aplicarse y los grafitis a resignificarse, el ambiente del lugar también comenzó a cambiar de ser un lugar oscuro, reprimido y solitario, a un lienzo en blanco para la creación de un jardín cultural. La comunidad al ver ese pequeño cambio salió de sus casas al espacio a reconocerlo, a sentir que era un lugar para estar, que siempre había existido pero nunca había sido ocupado.
El espacio público en deterioro, los graffitis con colores oscuros, los escombros y la basura, que eran el escenario perfecto para intimidar y agredir tanto a las mujeres como a las diversas personas que transitan por allí a diario, fueron reemplazados por tonos cálidos que reflejan la iluminación de los espacios en horarios nocturnos.
Cada intervención bajo su propio concepto empezó a tomar forma y más personas se sumaron a las actividades como las mesas locales de graffiti o las organizaciones sociales lideradas por mujeres, limpiando, pintando, demarcando o sembrando y así gracias a más de 85 personas que participaron, las acciones tuvieron resultados positivos. Un espacio que anteriormente estaba en abandono ahora era parte de la comunidad, convirtiéndose en un lugar en el que todas las personas querían estar y donde podían interactuar.
Al finalizar las acciones en calle es necesario evaluar los resultados, para conocer cómo se comporta la comunidad en los lugares, que acciones fueron un éxito, que se debe mejorar y cambiar. Para ello es importante aplicar instrumentos de medición en la fase inicial de diagnóstico y en la fase de evaluación, generando enlaces de comunicación con la comunidad y las organizaciones para fomentar actividades que transformen la forma de habitar este tipo de lugares.
Por esto es importante proyectar la sostenibilidad de las intervenciones y apoyar a las organizaciones locales y a la comunidad, junto con las entidades públicas o privadas para realizar de manera constante actividades en los lugares, solo con un uso continuo y mejoramiento constante, las intervenciones pueden tener impacto en el mediano y largo plazo, siendo resignificadas para el disfrute de todas las personas.
Algunas de las organizaciones y colectividades realizaron recorridos en bicicleta para socializar los objetivos de las intervenciones en el Sendero de Colores (Localidad de Kennedy), en horarios nocturnos ocuparon Nuestro Jardín Cultural (Suba) para ver películas, en el Pasaje Mujeres que Luchan (Teusaquillo) realizaron ferias para que los emprendimientos locales tuvieran mayor visibilidad, así como en la Galería Me Muevo Segura (Tunjuelito) expusieron la transformación del espacio público generando conciencia de los tipos de violencia de género que existen y las vías que existen para denunciarla. Todas las actividades realizadas en los espacios intervenidos contribuyeron a recuperar la confianza para ocupar estos lugares y su resignificación integral.
La situación de emergencia mundial a causa de la pandemia por COVID -19 afectó las acciones de sostenibilidad de las intervenciones, pero eso no detuvo a la comunidad que apropiada de cada uno de estos espacios, sembraron flores y verduras. En Nuestro Jardín Cultural, dejaron un mensaje de apoyo, e incluso tenían un lugar para poder salir de sus casas unos minutos, generando espacios para que la niñez tuviera momentos de esparcimiento gracias a las medidas permitidas dentro de las excepciones de la cuarentena.
Una vez fue levantada la cuarentena estricta, se presentó la oportunidad de realizar un proyección de cortos audiovisuales gracias a la iniciativa de una organización local, actividad que apoyaron el DADEP y el equipo técnico del piloto, volvieron a la calle, a darle una mano a los espacios para que continúen siendo disfrutados y aprovechados.
Este 2020 también trajo grandes aprendizajes para el equipo de BICISTEMA Arquitectura y Urbanismo, la virtualidad les permitió conocer nuevas dinámicas de trabajo y aplicar los conocimientos en otras intervenciones de manera virtual con el apoyo de equipos de diferentes ciudades del país. También encontraron a la comunidad empoderada y apropiada de sus espacios, una comunidad que con acciones de cuidado lograron combatir los grafitis que vandalizaron las intervenciones, llegando a acuerdos para que esas mismas personas restauraran los espacios.
De esta manera cierran un año y un proceso que les deja muchas experiencias, retos y aprendizajes en la sostenibilidad de este tipo de intervenciones, también se encuentran próximos a publicar gracias a CAF-Banco de desarrollo de América Latina un manual de replicabilidad basado en la metodología utilizada para realizar el piloto.
Si bien las intervenciones de corto plazo y alto impacto en el espacio público no son suficientes, se requiere trabajar desde la educación y la cultura de las personas, en el cambio de comportamientos asociados a las diversas formas de habitar la ciudad, así como en la apropiación y reconocimiento de manera integral para que de esta forma el objetivo de la iniciativa Me Muevo Segura, de visibilizar y desnaturalizar el acoso y violencia sexual, logré generar corresponsabilidad de las acciones y actos que ocurren en el espacio y el transporte público en contra de las mujeres y las niñas, propiciando espacios inclusivos y equitativos para todas las personas.
El imaginario colectivo asociado a este tipo de acciones es que solo se trata de pintar superficialmente, pero la realidad y la experiencia detrás de estas acciones ejecutadas de manera integral, refleja un trabajo con la comunidad, un acercamiento entre instituciones, ciudadanía, organizaciones locales y demás personas claves para realizar procesos de resignificación que puedan permanecer y continuar mejorando con el tiempo. Esto gracias al acierto de integrar procesos participativos desde el primer momento, empoderar a la comunidad en la búsqueda de soluciones a las problemáticas que viven diariamente en el espacio público, generando un concepto detrás de cada figura, forma y uso de los espacios de manera integrada a cada una de las personas.
Imágenes: BICISTEMA Arquitectura y Urbanismo, Secretaría Distrital de la Mujer y el Banco de Desarrollo de América Latina.
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