Vivimos en un mundo que se mueve a ritmo frenético y acelerado - ciudades que nunca duermen, fabricas que nunca paran, aviones despegando cada segundo a diversos lugares del planeta, vehículos desplazándose rápidamente por las autopistas y personas consumiendo todo tipo de productos las 24 horas del día. Un modelo insostenible que venimos aplicando durante décadas y que parecía no detenerse con nada, al menos hasta que llego la pandemia.
Con la crisis sanitaria generada por el COVID-19 el planeta tuvo un momentáneo respiro. La mayoría de gobiernos se vieron obligados a tomar una serie de decisiones para proteger la salud de sus ciudadanos. Fronteras y aeropuertos cerrados, ciudadanos confinados en sus casas y calles vacías, eran un escenario común alrededor del mundo.
La pandemia ha producido un gran impacto no solo en los seres humanos sino también en los ecosistemas. Al comienzo de la crisis sanitaria vimos como en el 2020 las medidas de cuarentena provocaron una disminución transitoria en el uso de los combustibles y sus emisiones asociadas, así como en la explotación misma de los recursos. Con las restricciones en el desplazamiento humano algunos sitios que generalmente son utilizados por los seres humanos, empezaron a ser habitados de nuevo por la vida silvestre, así como la deforestación y degradación del Amazonas en la biocapacidad forestal mundial, disminuyo en un 0,5 %.
El pasado jueves 29 de julio se cumplió el día del sobregiro de la Tierra (Earth Overshoot Day), que marca la fecha en la que la demanda de recursos y servicios ecológicos en un año concreto excede lo que la Tierra puede regenerar en ese año. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) aseguró que en los 210 días que han transcurrido del 2021, la humanidad ha terminado con el capital natural disponible para 365 días, excediendo en un 74 % la capacidad de los ecosistemas para regenerar los recursos naturales.
El día del sobregiro de la Tierra es calculado por la Red de la Huella Global, analizando la evolución mundial de dos parámetros: la huella ecológica (nuestra demanda de recursos) y la biocapacidad (o capacidad de regeneración biológica). Dicha huella o sobrecapacidad es diferente según el país, en donde por ejemplo Estados Unidos es el que más recursos naturales consume, de forma que si la población mundial viviera como un estadounidense promedio, se necesitarían 5 planetas Tierra. Países como Australia necesitaría 4.1 planetas, Rusia 3.2, Alemania 3 y Suiza 2.8 planetas al igual que Japón.
En la actualidad, la humanidad utiliza un 74 % más de lo que los ecosistemas globales pueden regenerar. Para seguir viviendo como lo hacemos ahora, necesitaríamos los recursos de 1,7 Planetas Tierra. Según la Agencia Internacional de la Energía, las emisiones de CO2 relacionadas con el sector energético, en particular con los combustibles fósiles como el carbón, aumentarán un 4,8 por ciento este año con respecto a los niveles de 2020.
Pareciera que no hubiésemos aprendido nada de la difícil situación socio-sanitaria que atravesamos por el COVID-19, retomando los límites de insostenibilidad de 2019. La WWF señalo que se estima que desde el 1 de enero del presente año, se ha producido un aumento del 6,6 % en la huella ecológica global en comparación con 2020. Como gran parte del mundo se encontraba bajo confinamientos producto de las medidas sanitarias para controlar el coronavirus en 2020, el Día del sobregiro de la Tierra pasado cayó en el 22 de agosto. La fecha más temprana registrada hasta ahora fue el 25 de julio, en 2018. Pero este año, aunque las emisiones de carbono de los viajes aéreos y el transporte por carretera siguen estando por debajo de los máximos de 2019, la recuperación de la economía mundial está haciendo que las emisiones y el consumo vuelvan a crecer.
Esta situación es preocupante y viene ocurriendo desde 1970, año en el que el sobregiro se estimó para el 29 de diciembre. Sin embargo, cada año la humanidad ha ido agotando antes los recursos, lo que refleja un modo de producción y consumo insostenibles en el largo plazo.
En 2020 la caída de la actividad provocada por el COVID-19 retardó el sobregiro, lo cual demuestra que sí es posible realizar cambios en los patrones de consumo y conseguir transformaciones ambientales, al menos en el corto plazo. No podemos esperar que las crisis nos golpeen para tomar acciones, sino que el llamado es a diseñar e implementar un nuevo tipo de desarrollo que sea sustentable y saludable tanto para los seres humanos como para la naturaleza, tarea en que los gobiernos, los privados y también la sociedad civil tienen un rol muy importante que jugar.
Las ciudades representan alrededor del 70 % de las emisiones globales y es por esto que se hace urgente cambiar los modelos de funcionamiento de las grandes metrópolis. No podemos volver al modelo económico de producción y consumo con el que convivíamos antes de la pandemia. La flexibilización de las restricciones y la reactivación económica no puede ser sinónimo de una economía que arrasa con los ecosistemas. Estamos en un momento clave e histórico para dar un salto que signifique proteger la naturaleza y nuestra salud.
Pequeños cambios en el consumo diario pueden generar impactos positivos
a. Intenta consumir menos carne: comienza con un día a la semana y continúe desde allí. La cría de ganado requiere una gran cantidad de agua y consumo de energía y la reducción de la ingesta de carne supone una menor demanda para la industria.
b. Considera caminar o andar en bicicleta cuando sea posible: es bueno para ti y para el planeta. Evitar el uso de su automóvil, cuando sea posible, reduce el carbono.
Si caminar no es una opción, considera compartir coche o utilizar el transporte público.
c. Mantén las fuentes de energía al mínimo: intente apagar las luces y desenchufar dispositivos cuando no los estés utilizando. Mantener los dispositivos electrónicos y las luces encendidas cuando no están en uso, pueden desperdiciar electricidad.
d. Compra localmente y en temporada: si tomas la decisión consciente de comprar productos que no tienen que recorrer grandes distancias para llegar a usted. Reducir la larga lista de emisiones necesarias para alimentarte y vestirte a ti y a tu familia.
Antes de comprar algo, pregúntate realmente si lo necesitas.
Texto: Héctor Hernández
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